lunes, agosto 25, 2008

ALICIA EN EL PAIS DE LAS MARAVILLAS

Seguimos por el sendero de la muerte hasta un robledal en flor. Una ardilla de cola blanca me enseña el camino entre arbustos floridos. Los ojos del diminuto animal se recrea entra los lamentos del néctar cuando, por sorpresa , un bebé se aleja al horizonte. Hacia el fin del camino. El pequeño gatea tan rápido que es absolutamente imposible alcanzar su rastro. Prefiero seguir a la ardilla en celo. Muere apasionada por encontrar su pareja antes que el otoño agote toda ilusión por la procreación. Está anocheciendo y la ardilla salta de rama en rama. Casi la pierdo un par de veces, otro par casi me caigo por un terraplén , aunque al final del camino allí, entre los arbustos vislumbro una cavidad entre luces y sombras que aparece ante mis ojos de múltiples colores. Tengo miedo de entrar y seguir a la ardilla hasta la cueva. La oscuridad no me deja ver más allá. No soy capaz de imaginar las miles de maravillas que hay en el interior. Me aterra pensar incluso en la felicidad que se pueda sentir en su interior. Ayer me desperté entrando en su interior, explorando sus caminos tortuosos, caminando entre muerte. Pero ahora vuelve a aparecer ante la maraña de ramas y ramillas que no quieren permitir que intente gritar libertad, entrar y sentir su frío. Algo no concuerda en el sueño, la realidad es más dura, más oscura, más aterradora. Aún así, me da miedo entrar, ¡está tan oscuro, dios!
Entonces me doy media vuelta sobre mis pasos hasta el terraplén y salto rapazmente hasta el atolladero de la realidad que envuelve mi vida. Intento decir que la cueva estaba allí, que yo estuve en su entrada, que un día casi me atreví a aventurarme en sus secretos. ¿todo sigue en su estado natural?

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Pues yo creo que la cueva sigue ahí... otra cosa es la ardilla.

12:10 a. m.  
Blogger fabio said...

LA ARDILLA ES LA CLAVE!

9:07 a. m.  

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