jueves, enero 24, 2008

¡Dame LA PLATA, HERMANO!

Una película en la cual los protagonistas no sonrían durante todo el metraje es dura. Tiene que serlo porque habla de los valores fundamentales de toda depresión: la vida, la muerte, la plata. Una asesino implacable, sádico y que no valora ninguna vida ni ninguna alma salvo la del maletín del dinero. Mata sin más, sin plantearse nada más. Por el solo hecho de eliminar seres humanos (toda una medida de control de población). Ataviado de ángel de la muerte no deja bicho vivo a su alrededor y toparse con él, por dicha o por desdicha implica un cambio. De lo que antes era a lo que es ahora, de la vida a la muerte o de la pobreza a la riqueza, de la nada al todo y viceversa. Él no descansa por lo que nadie debería descansar si quiere seguir con vida. Si le subestimas estás muerto!no tienes por qué hacerlo!
Un policía que se siente viejo, triste y cansado. No tiene intención de atrapar al malo, sino de rescatar al bueno. NO quiere detener al asesino, sino evitar que más gente inocente fallezca por un motivo tan inútil como la mísera plata. Ni el jefe, ni el mafioso, ni los mercenarios, ni el mercenario que tiene que matar a nuestro asesino, ni la chica, ni el poli ni nadie. Irán cayendo uno tras otro como caen las hojas de los árboles cuando se acerca el invierno. Pero, ¡qué maravilla!
Paul Auster en su máxima cota de esplendor. Una mañana cualquiera un cazador en medio de la estepa tejana se encuentra una matanza reciente entre narcotraficantes, un montón de droga y de dinero…allí empieza su pesadilla y la película. Hay que verla, hay que sentirla, el miedo a morir …..Y a vivir, ¿por qué no?