miércoles, octubre 11, 2006

LA BOHÈME

Hacía años, muchos años que estaba deseando escuchar esta obra de Puccini en directo. Y entonces ocurrió el milagro, una compañía rusa aparecería en el Kursaal de San Sebastián para deleitarnos. Asientos de gallinero, presentaciones varias en euskera y castellano de las sopranos, mezzosopranos y ahí que empieza el espectáculo. Entonces sentí la abstracción, sentí el estado volátil de mis sentimientos, ese cambio de sólido a líquido de mi mente que se derretía a cada nota, a cada compás. Pero quedaba lo mejor por llegar, el acto final en el cual su amada muy muy enferma acaba falleciendo en la habitación de los protagonistas. ¡Y que muerte! ¡ y qué gritos!! Qué suspiros!. En breves instantes terminó el concierto. A pesar de mi enorme cansancio( casi no podía ni mantener las pestañas abiertas), mis pupilas se resistían abandonar . Y es que mis oídos querían que ese momento perdurase para siempre. Suspendido en un hilo, trasportarme al pasado, ver su estreno, 1896 volver a las calles de Luques, sentir la Toscana, amar y ser amado, volar hasta Paris, ser parte de toda una generación que cambió el mundo, que lo hizo todo posible, cada sueño se tornó en realidad, subir hasta Sacré Coeur, tocar con las yemas de mis dedos el mármol blanco y saber que esa sensación perdurará en el tiempo, no acabará con las últimas sinfonías. Entender el universo a través de la música, respirar el amor en un apartamento triste, incómodo en medio de l meollo. Donde se cuecen las grandes ideas, ¿dónde sino? Se cierra el telón, aquel ruso deja de cantar. El sueño se acaba, despierto, bajo de las nubes, siento la butaca, la tos del viejecillo en mi nuca, un francés diciendo: “ no me ha gustado”. Todavía no puedo cerrar bien las palmas de las manos, allí dejé mis sabañones de inviernos, la raíz de los sentidos la arranqué de cuajo, sabía que el amor no dura para siempre, pero ¿irse así? Tan dolorosamente. Él la quería, ella le adoraba. Pero yacer muerta en el butacón mientras él la hablaba. No se da cuenta, el íntimo amigo le hace una seña, su amor había muerto ya. No había podido escuchar sus últimas palabras. C’était la fin de l’amour, la fin de tout, c’était fini, voilá , comme ça.
El deseo sigue inerte dentro de mi, sus cabellos de color rojo, sus dedos se entrelazan en sus hermosos mechones sin vida. Sus lágrimas caen a sus pies, ¿dónde sino iban a estar a mejor recaudo? Su amada se ha ido ya, la enfermedad ha podido con su frágil salud, y el ruso sigue llorando en mis sueños, Yo también estoy enamorado, quiero sentir sus cabellos, tocar el bulbo pequeño de su oreja. Mis tímpanos desean, anhelan, me exigen que vuelva a escucharlo. Y vuelvo cada noche a subir esa cuesta que lleva a Montmartre. Los pintores se acumulan en 200 metros cuadrados a la caza del turista sentimental que por 50 euritos se deje retratar.! A mi no me engañas! Yo ya estoy enamorado....