martes, enero 22, 2008

HAZARD


Vivimos para morir. Todo el mundo me aconseja que debiera tener miedo de ti…pero no lo tengo. Al contrario, una fuerza increíble me empuja hacia tus brazos. Parece que te conozca desde toda una vida, o quizá desde el principio de los tiempos. Me pregunto cómo he podido llegar hasta el endulzamiento del maná de los dioses. Bebo el néctar de la vida y me envenena la sangre. No obstante, me gusta, me engancha y no puedo evitar creer que estoy vivo, que hay esperanza en la gente que me rodea. ¿Me abandonarás después de esta confidencia? ¿Y si mi amor corre por las venas, ecléctico, dispuesto a fundirse con el hielo de las mares antárticos? Miro a las nubes y pienso en cómo sería mi vida sin ese ardor. ¿Qué es la ida, sino una recopilación de pequeños momentos que te producen un cierto estado de felicidad pasajera? El poso no es otro que el amor que profeso por la naturaleza que me rodea. La vida está dispuesta a compartir más de lo que yo la ofrezco. Aunque ya se sabe que para recibir hay que dar y viceversa, sino el circulo vicioso se acaba, muere y ya no respira. Ángel de amor, ¡¿dónde puedes estar ahora?! La postura es muy sencilla, he perdido el norte tratando de encontrar una respuesta a las dudas que invaden mis pensamientos. ¿Soy feliz con lo que tengo o anhelo una vida mejor que ésta? Soporto una fortuna entre mis manos y el cielo conoce la llave de la puerta blindada que separa la vida y la muerte. Ahora, para siempre, durante un momento quizá estaré en paz. ¿Sólo o acompañado? Tanto tiempo pensando y todavía no he comprendido una mierda sobre el meollo de la cuestión. Pas du tout!
Espero encontrar el equilibrio. Tan fácil como este deseo fútil.