DIE MÄDELS UND ICH

Se puede fácilmente observar a través de mis comentarios a lo largo de todo este tiempo juntos que profeso un amor desmesurado por el sexo femenino. Hace muchos años que paso de un simple y mera adoración. Si he de ser del todo sincero, adoro la feminidad como si fuese algo mío, intocable, inmaculado e imperecedero. Ha vuelto a suceder el mismo proceso como otras veces: mismo recorrido de vuelta a casa y canciones que escupe la radio que revuelve mi mente hasta convertir en ideas meras sintonías. La primera de ellas está empezada cuando enciendo el dial adecuado: “Domino Dancing” de Pet shop Boys. Recuerdo los que fueron mis inicios en la sexualidad y la influencia que tuvo en mi descubrimiento de ella el videoclip que acompañaba a la canción citada. Una mujer impresionante aparecía una y otra vez en escena y yo , hay que añadir con las hormonas muy alteradas, fantaseaba una y otra vez sobre como sería la primera vez que me acostase con una mujer. Allá por aquel entonces tenía la capacidad vital y el talento suficiente como para poner o creer saber poner el mundo a mis pies. Todavía no sé muy bien si lo estaba o no, pero mover se movía muy rápido bajo sus pies(¡!gracias Rushdie!!). A todas las féminas que conocí en aquel año las asemejaba a aquella modelo quitahipos del videoclip de marras. ¡Menudo año el de aquella noche!. Era enorme sentirse joven y tratar el desconociendo con desprecio, como un suicida tiene a su vida.
La segunda melodía nocturna nos sumerge de nuevo en los años 80, los mejores de mi corta vida. Al lugar que vuelo es Palma de Mallorca, más concretamente una discoteca de perdición dónde algún lugareño se atrevió a llevarme tras lanzar unos tomates pringosos a un inexperto y guaperas Jesús Vazquez. ¿os lo imagináis cantando bajo las estrellas y con centenares de chicas gritando improperios sexuales hacia su persona sin cesar? Cosas tan guarras no había oído ni a los albañiles de una obra dónde recaí con 16 años en mis inicios escayolistas. Es legítimo confesar que los tomates no hicieron impacto en el objetivo sino en esas féminas desvergonzadas enseñando sus “poderes”(¡!gracias Madonna!!) al unísono. ¡Si no llegamos al coche a tiempo nos linchan vivos las muy fieras!
¡Qué importaba! Fiesta para siempre, gritábamos por la ventanilla de aquel R12 descolorido por el efecto del sol. Pero la aventura no acababa allí , sino en aquella discoteca maravillosa. Reticente al principio por entrar, acabé sucumbiendo a los poderes del alcohol. Nada más entrar no tuve tiempo de despegarme de una piscina que se encontraba en uno de los reservados.
¡no he traído encima traje de baño! A lo cual me respondió una camarera:
¡no te preocupes, yo te dejo uno! ¡Vamos al vestuario y te pruebas! Y tonto de mi, fui. Ahora no sería caballeroso si siguiese desvelando secretos inconfesables. Digamos que padezco de un agujero en la memoria histórica que no me deja ver claro el camino de vuelta a casa. Cuando en la piscina y bajo los focos sonaba “all night long” de Lionel Richie, me sentí como un protagonista de Corrupción en Miami disfrutando como nunca jamás antes había disfrutado de la noche más larga de mi vida, y quizá la más intensa. Let the music play, everybody sings, everybody dances….party, fiesta forever rezaba el americano. !Y con camisa tropical y todo!
Ahora que el intelecto domina mi vida las dudas inundan mi mente. ¿elegí bien el camino adolescente?¿fue la elección idónea, la de la sabiduría, despreciando las mieles de las drogas y el alcohol perpetuo? Solo sé que añoro los años en que la responsabilidad no tenía cabida en mi día a día. Todo aquello hace muchos que murió y no hay electricidad que despierte al cadáver. Solo quiero que la tristeza del pasado desaparezca de una jodida vez de mi proba existencia. Las verdades se entremezclan con las mentiras de mi vida hasta llegar a entrelazar cada poro de mi piel. ¿me he engañado a mi mismo? Igual ya nunca ganaré el Nobel, para qué seguir soñando...