domingo, abril 05, 2009

LO QUE EL OJO VE, PERO LA MENTE NO QUIERE CREER

Ahora que el tiempo es lo que me sobra, y la razón que indica el camino a seguir a través de la lectura, el deporte y la paciencia aprovecho mis últimas horas de calma absoluta para caminar, escuchar música y leer a los clásicos. El tiempo, algo que ni se compra ni se vende gratuitamente, nunca se podrá comparar con el dinero que se vende al mejor postor. Tu única propiedad , tu única escapatoria ante la adversidad la regalas a quién tú quieres. Nadie puede obligarte, nadie puede chantajearte , nada ni nadie puede hacerse dueño de tu tiempo; hay quien lo cambia por afecto, otros lo mercadean como si fuesen Stock options bancarias. Nos quieren ahora vender el “banco del tiempo” e incluso se especula con un tiempo anexo a cada cita a pie de página de Cervantes. “cada línea, 3 segundos”, “ parir en un tiempo record” y para descojono popular “el chico del tiempo”. No hay copyright, no hay cadenas, no hay esclavitud en el tiempo. Tu mente crea el que le conviene, ancianos jóvenes de espíritu y mocitos que padecen el síndrome de Benjamin Button. Al fin y al cabo es un juego malabárico que se consume cuan llama inconclusa. Esa es la trampa que nos vendieron los antiguos egipcios como buena y válida: ¿A la otra vida? mis bienes, mi burra, mis tesoros, mi mujer, mi tiempo…
Según mi humilde opinión(aquí es la ú nica que cuenta), esos tesoros no te pertenecen, y el tiempo transcurre en tu contra desde el principio hasta el final . Cada hombre quiere dejar su huella, lo respeto , está bien y todas esas mariconadas, aunque al fin y al cabo me es indiferente un nicho colorido gitano que un mausoleo del olimpo como concesión de ultratumba en el cementerio X. ¿Compramos el tiempo o lo canjeamos por algo más valioso en nuestro triste deambular? Nadie habla de amor en las finanzas, pero cuando las torres gemelas cayeron los financieros conversaron con sus seres queridos por el móvil hablando de amor, no de tiempo ni de petrodólares. Tiempo, amor, dólares, un cocktail difícil de tragar. Porque es una cosa o la otra , es el amor o el dinero, es el triunfo laboral o familiar, a veces hay que elegir que es lo que detestamos. En una sociedad donde todo te lo dan mascado y digerido no cabe la especulación del tiempo. El reloj no engaña y con el paso de 24 horas vuelve a empezar porque no somos tan listo y todavía no controlamos el reloj. Lo llamamos Rolex, o Pierre Cardin pero no lo controlamos. Lo mismo sucede con los síndromes. Conocemos el proceso, el durante y el desenlace, cuán libro Shakesperiano, pero al intentar controlarlo se esparce entre las manos al igual que la arena de playa mojada. De repente observas detenidamente las manos sucias y terrosas y el viento se ha llevado ya el último grano de arcilla o de arenisca. Al igual que el tiempo, el amor es incontrolable por mucho que lo llamemos síndrome de Estocolmo o anomalía genética derivada o incluso “mal de muchos consuelo de tontos” . Yo personalmente sigo siendo un tonto con tiempo, famoso en su casa y con un nicho esperándome en la parca. Siempre el tiempo sorprendente. ¡ abre el paraguas que ha empezado a llover chuzos!