martes, agosto 26, 2008

alicia...II

Sale de casa sin mucho entusiasmo, pero silbando una canción que acaba de oír en la radio. La radio, ese amigo invisible que le acompaña en los peores momentos, se ha convertido en alguien imprescindible en su quehacer diario. Sin la radio nada suena de la misma forma, amigo en la oscuridad y en las penumbras.
El portal con su descansillo está iluminado por un rayo de sol que inunda el portalón. Normal, es una mañana de primavera y los pájaros luchan por desperezarse. Pían y anhelan un bocado más en su incipiente dieta mediterránea. Escarba entre la multitud de cachivaches insignificantes que pueblan su bolsa hasta alcanzar casi sin querer las gafas de sol. Éstas no dejan ver los ojos, dicen espejo del alma. Los rayos de sol parecen nieve blanca y golpean el cerebro de Fabio hasta casi dejarle ciego. ¿El camino? Lo conoce de memoria, cada paso, cada farola, cada ruido impertinente de obras, barrenderos y trabajadores estresados que solo piensan en llegar pronto al trabajo y echan de menos las vacaciones. Otro año más, otro día más en la vida de cada uno. Baja escaleras, sube cuestas, saluda a izquierda, derecha, mastica un chicle que ha perdido totalmente su sabor. Los años han dejado su paladar destrozado y no puede discernir el sabor del mismo. ¿Será fresa, mandarina?¿ lima- limón tal vez? Nada importa ya, es mejor mentirse a uno mismo pensando que todo saldrá bien, una vez más. El sol golpea su alma, heridas abiertas que quieren dejar de sangrar. Libros, miles de años de sabiduría permanecen inexploradas en una mente privilegiada que mira sus zapatos sucios. Sucios de porquería. Todo es suciedad a su vista. Familias indagando en contenedores putrefactos, excrementos de perro disueltos con un rocío que nunca termina de descender. Un carricoche abandonado en la esquina de un edificio nauseabundo, hedor de putrefacción por cada poro de la urbe que tanto ama. Calles diseñadas ad hoc para desechos humanos, incivilizados que viven con incivilizados, defecaciones por doquier en una algarabía de “gens pommés” Todo adquiere sentido entre tanto desorden, el trabajo lo detesta y la ciudad le da la espalda. El sol sigue brillando y secando todo tipo de residuos urbanos desparramados por los sucesivos adoquines. Y piensa en la sexualidad: ¿Si me deseas, me enseñarás el camino?
Y sigue oliendo a podrido….

lunes, agosto 25, 2008

ALICIA EN EL PAIS DE LAS MARAVILLAS

Seguimos por el sendero de la muerte hasta un robledal en flor. Una ardilla de cola blanca me enseña el camino entre arbustos floridos. Los ojos del diminuto animal se recrea entra los lamentos del néctar cuando, por sorpresa , un bebé se aleja al horizonte. Hacia el fin del camino. El pequeño gatea tan rápido que es absolutamente imposible alcanzar su rastro. Prefiero seguir a la ardilla en celo. Muere apasionada por encontrar su pareja antes que el otoño agote toda ilusión por la procreación. Está anocheciendo y la ardilla salta de rama en rama. Casi la pierdo un par de veces, otro par casi me caigo por un terraplén , aunque al final del camino allí, entre los arbustos vislumbro una cavidad entre luces y sombras que aparece ante mis ojos de múltiples colores. Tengo miedo de entrar y seguir a la ardilla hasta la cueva. La oscuridad no me deja ver más allá. No soy capaz de imaginar las miles de maravillas que hay en el interior. Me aterra pensar incluso en la felicidad que se pueda sentir en su interior. Ayer me desperté entrando en su interior, explorando sus caminos tortuosos, caminando entre muerte. Pero ahora vuelve a aparecer ante la maraña de ramas y ramillas que no quieren permitir que intente gritar libertad, entrar y sentir su frío. Algo no concuerda en el sueño, la realidad es más dura, más oscura, más aterradora. Aún así, me da miedo entrar, ¡está tan oscuro, dios!
Entonces me doy media vuelta sobre mis pasos hasta el terraplén y salto rapazmente hasta el atolladero de la realidad que envuelve mi vida. Intento decir que la cueva estaba allí, que yo estuve en su entrada, que un día casi me atreví a aventurarme en sus secretos. ¿todo sigue en su estado natural?