VISTIENDO HARAPOS
¡Oh Muerte! ¡tú que te acercas a mí sigiloso, con ganas de batalla!
¡oh Muerte! Deliciosamente te aproximas a mi lecho cada noche, cada instante. Muero cada día a medianoche. Sueño, imploro tu presencia mientras anhelo tiempos mejores.
¡oh Muerte! Estás a mi lado en mis momentos bajos. Estás a mi vera cuando sufro, cuando lloro, cuando cierro los ojos, cuando me acaricio con la mano el pelo. Me toco la melena y presiento que te entremezclas entre cada mechón de mi cabellera.
¡oh muerte! Tú que te has llevado a mi ser más querido. Algún día me iré contigo, tú no lo sabes pero te estoy esperando. De sobra sabes donde moro, donde pernocto, con quien me relaciono. No tienes dudas de mi forma de vida; no obstante, no te das cuenta que cada noche abro los brazos y ruego por ti. ¡yo ya no te desprecio! Yo también te conozco, sé donde vives, sé quién eres, sé con quien te acuestas. Ya no me vas a sorprender en la oscuridad, ni me alcanzarás con tu amargura nunca más. Hace tiempo que espero que vengas por mi. Ni unos ni otros son capaces de resolver el jeroglífico en que se mi vida se ha transformado. Siempre dando vueltas y vueltas a la misma cosa cuando es tan fácil. Ya no tendré nunca más miedo, sabré que llegas con el frío de la noche, la lluvia caerá por mi rostro hasta convertirse en lágrima. Se entrelazan como nudo gordiano, per se. Car rien n’existe plus Dans tes bras. Tout paraît perdu, les morts paumés, les routes isolées. Y me doy cuenta por un segundo de lucidez que conozco tu nombre. Te he temido y amado a la vez. Pero nunca más volveré a sentir pavor de tu nombre. Ahora presiento tu fuerza, por la noche. ¿Cuándo sino?
¡oh Muerte! Desaparecer no puedo más. Perderte de vista una quimera, y olvidarte no puede significar sino un paso hacia atrás. Y Abro la ventana del pasado y observo con claridad el amor pasado, las oportunidades perdidas pero no me arrepiento. Por primera vez en este año tengo ganas de gritar y lo hago hasta que mi voz se rompe con el silencio de la ciudad desnuda de sentimientos. Enciendo la luz de la mesilla de noche y veo tu faz entre las sábanas de mi agonía. Cruzo la calle en un estado catatónico hasta una cama vacía. ¿o quizá sea un ataúd presuntuoso? Mi vida, una ignominia al alcance de muy pocos , ya no la soporto más, pero a ti, mi último amor, te deseo cada noche como amante furtivo. Vestido para el éxito me precipito en tus brazos a la vez que me susurras al oído que me amas. Que me amarás eternamente, pero no todavía.
Todavía estoy podridamente vivo y espero mi oportunidad